
«Ayer fue un día agridulce. Me despedí para siempre de una gran compañera y amiga. Es una sensación extraña. La muchacha de la que hablo anduvo emparejada con un tipo de Valencia durante un par de años, aquel fue su primer novio. Sé que después estuvo saliendo durante cuatro años con alguien de Castellón. Más tarde, azares del destino, fue novia de un impresentable que vivía en un pueblo de Salamanca. Estuvieron juntos durante cosa de año y medio aproximadamente. Allí fue donde yo la conocí. Cuando la vi por primera vez me invadió una cierta tristeza. Yo no la conocía, por lo que me debería haber dado un poco igual, sin embargo se veía claramente que su pareja era un maltratador. Asunto triste e injusto donde los haya, y que llama a la rebeldía.
Aquel día no pude hacer nada. Simplemente nos conocimos, nos hicimos ojitos, y nos despedimos. Pero ahí no se acabó todo, había prendido una chispa entre los dos. Durante varios días estuve dándole vueltas al asunto de la Maltratada, y cuando habían pasado exactamente dos semanas desde que nos conocimos no pude más, me armé de valor, volví a aquel pueblo de Salamanca, la rescaté de su maltratador y se vino conmigo a Madrid.
De eso hace ya dos años y medio. Durante todo este tiempo he trabajado muchísimo con ella y en ella. Conseguí que dejara de toser por las mañanas sin motivo aparente, conseguí que volviera a llevar la cabeza alta, que sacara de nuevo a relucir su belleza, oculta tras el desaliño y la suciedad en la que se encontraba. De nuevo volvió la alegría a su corazón, la gente ahora gira la cabeza por la calle al verla pasar porque su belleza y su alegría llaman la atención. Y los dos, ella y yo, somos felices.
¿Qué ocurre entonces? Ocurre que yo, como hombre y como motero, en el fondo soy un mal bicho, y aún después de todo lo vivido juntos durante estos últimos dos años, después de todas las amarguras iniciales y después de todas las dulces alegrías que siguieron, después de todo me volví a enamorar de otra.
Durante un tiempo he estado con las dos a la vez, pero eso es injusto y no puede ser. Finalmente he echado de mi lado a la Maltratada. Ella no se quería ir, pero dura, obediente y fiel como siempre fue, así aceptó su destino. Con orgullo y sin montar ningún espectáculo. Ayer le presenté a un chaval gallego, más joven que yo, quien tras verla en unas fotos había quedado prendado de ella. Cuando la conoció en persona ya no quería separarse de ella. He hablado un buen rato con él, y creo poder asegurar que la he dejado en buenas manos y que seguirá recibiendo el cariño y las atenciones que una dama de su categoría se merece.
La he dejado ir con mucha pena y un sentimiento amargo, incluso cierta culpabilidad. Ella nunca me falló, siempre me acompañó a todas partes y formábamos una pareja perfecta. Pero ¡ay amigos!, el corazón es un ser extraño que no atiende a razones, sólo a impulsos eléctricos, y es difícil atarlo en corto. Hay que dejarlo volar de vez en cuando para hacerlo feliz.»
Fendetestas
Tengo un amigo motero que se llama Fendetestas. Decir amigo motero es sinónimo de hermano. hermano de los de verdad, no hermano que va contigo a un sitio y tal, y ya está. No. Es otra cosa.
Fendetestas se acaba de mercar una Harley-Davidson Sportster Custom 1200 de color rojo, un bermellón intenso al sol, que ha sido bautizada como la Caprichosa. Por eso se ha deshecho de la Maltratada. El lector puede bucear por las entrañas de este pequeño blog y encontrará muchas referencias a esta moto.
Pues bien, antes de ayer, Fende ha ido hasta Ponferrada para hacer la entrega al nuevo propietario, que ha comprado la moto más cuidada del mundo (hago esta afirmación conscientemente). Y hoy, hace un rato, me ha enviado este texto que, con su permiso, acabo de transcribir.

Deja una respuesta