Seco y aprendido

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La Cabezota

Como los príncipes, como los reyes, hoy se trataba de desayunar dos veces. La primera en la Scozor Square, que es como se conoce a la popular Glorieta de las Reales Academias (algunos la denominan Darix Roundabout). A las nueve en punto. Como de costumbre, he sido el primero en llegar y en prever el llenado del depósito. Cuando me he puesto a esperar, el mendigo del semáforo se me ha acercado y me ha pedido un cigarro en un idioma que no he sido capaz de reconocer y le he dicho que no. Ha sido un no asqueroso, terrible. Si a mi me dicen ese no, me hubiera sentado muy mal. Me he arrepentido. He ido tras él, le he pedido perdón y le he dado el cigarrillo, y luego le he dado otro. Me ha devuelto la mirada y me ha dicho con los ojos un montón de cosas y yo me he avergonzado. Esa ha sido la primera lección que he aprendido hoy.

Al poco ha llegado Fendetestas con la Caprichosa y hemos abierto el desayuno, al que se ha incorporado Leif Sagas y, posteriormente, Proclive. Hemos cafeteado y churreado un rato. No he guardado documento gráfico que demuestra que Fendetestas ha pagado la cuenta.

-Yo sé ir a Patones.
-Ah, pues ya está, vamos detrás de ti.

La carretera no estaba tan húmeda como cuando he salido de casa y el sol intentaba subir las persianas cuando hemos desembocado en la carretera de Burgos. Teníamos que hacer escala para que la Abuela recibiese todos los litros que le caben y hemos parado en la gasolinera que está frente a Parque Norte 2. Al salir, he vuelto a tomar la delantera hasta que no he podido más. Y no he podido más porque me he topado con la fachada del polideportivo de San Sebastián de los Reyes. ¡Me había saltado el desvío para ir por la antigua Nacional! Esta ha sido la segunda lección del día: hay gente más lista que yo.

El resto de la ruta ha ido sin novedad salvo el primer episodio de las motos de colores. Una vez más hemos sido sujetos pacientes observadores de las prácticas de algunas de las personas que conducen algunas de estas motos. Indecencia. Eso es lo que representa, para mi, una o varias motos que te adelantan en prohibido, con línea continua, en una carretera que todavía está húmeda, y a mucha más velocidad de la que la ley permite en ese tramo. Esto que acabo de decir es la definición de indecencia. Por muy buen piloto que uno sea y por muy cojonuda que sea la moto que conduces, tú, amigo, el que hayas sido, tú no eres un motero, eres un indecente.
Este episodio me ha pasado hoy tres veces. Las tres veces me he asustado porque no los he visto venir. A una velocidad asombrosa, con un ruido, un zumbido atronador que me ha encogido hasta los neumáticos.

Patones está ahí arriba, escondido. Tanto que fue ajeno a guerras varias veces. No lo hemos paseado porque no íbamos a ello. Nos hemos sentado en la primera terraza para dar paso a la tertulia de la mañana. Un rato de charla que hemos llenado de nada, de cosas pequeñas que no van a ninguna parte. Desde arriba el paisaje se ve espectacular. Estaban presentes todos los colores inventados hasta la fecha. Al subir hacia el pueblo he cometido el tercer error. Un ciclista, todo pacífico él, iba por su carril poniendo los riñones al servicio de su corazón. Yo, que iba el primero, le he adelantado al inicio de una de las curvas. Una vez rebasado el elemento se me ha ocurrido acelerar y me he visto fuera de la carretera empotrado contra la piedra de la ladera. En un milisegundo he visualizado el golpe que me iba a dar, he sabido lo que me iban a doler la rodilla y el brazo izquierdos, además de los daños que iba a sufrir la Cabezota. Pero en el siguiente milisegundo he cambiado de idea: he frenado con la maneta derecha y ha entrado en funcionamiento el ABS (es la segunda vez que funciona este dispositivo en la última semana). La moto ha frenado perfectamente sin ningún tipo de desequilibrio y me ha dado tiempo a volver a acelerar y salir del aprieto en el que me había metido yo solito. Un susto. Una ocasión de esas en las que, como no ha pasado nada, no volvemos la mirada para rectificar en una siguiente ocasión.

Tras el segundo desayuno hemos llegado hasta el mirador de arriba del embalse de El Atazar, que estaba lleno de agua. Es un sitio muy agradable para estar un ratito. Tras ese rato nos hemos despedido. Proclive, Leif y Fende han vuelto por Torrelaguna y yo he vuelto por Uceda. La vuelta la he hecho vigilando las nubes que no podían aguantarse más las ganas de llover. Afortunadamente he llegado a casa seco.

Así que hoy he hecho lo más importante, que es volver a casa. Y he vuelto a casa seco. Y he vuelto aprendido.

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Leif Sagas con la Clementina
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Fendetestas con la Caprichosa
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Proclive con la Abuela
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La Caprichosa
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La Abuela
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La Clementina
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La Cabezota
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