
Hoy he estado en el embalse de Entrepeñas. He estado recorriendo sus derredores y he plantado mi pica en el Flandes de la Alcarria. Y he sentido miedo. Parece ser que el miedo es un mecanismo de supervivencia y de defensa que permite a la persona responder ante situaciones difíciles, por lo que, en principio, el miedo es bueno. Eso sí, te puede provocar angustia o ansiedad. Y yo soy yo y no tengo por qué decirte, amigo lector, que tengo miedo. Pero lo hago.
Hoy se me han acumulado dos miedos: el miedo al hielo y el miedo a la grava. El miedo al hielo me ha entrado solo con verlo. La temperatura era de cinco grados soleados pero no eran lo suficientemente competentes como para derretir lo que solo podían suponer tras la copa de los pinos. La carretera GU-999 que cose la jareta del embalse de Entrepeñas por el oeste, estaba solitaria. Y yo también. Y en esas revueltas que hace, esas que quedan de espaldas al sol de noviembre a mayo, esas que se retuercen entre los pinos, esas, digo, se guardan la pistola bajo la mesa y te la enseñan en forma de hachazos de hielo de cien, de doscientos, de trecientos metros de longitud.
Lo cierto es que, una vez más, la moto ha sido más lista y ha hecho que yo no me enterase de casi nada, por lo que me he podido ocupar de tener miedo.
El miedo a la grava me ha entrado cuando me he metido a la izquierda por la carretera que te lleva hasta la Ermita de la Virgen del Madroñal. En Google Maps había visto que estaba asfaltada pero la realidad es que ese tramo, hoy, está desmigado y es, simplemente, una pista de grava descompuesta. No he llegado hasta Ermita y no he llegado por miedo: no tengo neumáticos siquiera intermedios, no tengo defensas que me defiendan y no tengo experiencia para meterme donde no me llaman. Aun así, lo de hoy lo he tomado como un aprendizaje.
Yo creo que es lógico tener miedo a determinadas situaciones. Si te has metido por una pista y te has caído, me parece bien tener miedo a que te vuelva a pasar y, por tanto, que te lo pienses antes de meterte de nuevo en una pista (si es que no has hecho nada para aprender, claro). Si un día has pegado un patinazo sobre el hielo, o te has llegado a caer, también me parece lógico temer que una situación similar se te vuelva a presentar. De la misma manera me parece justificado no acercarte a esa persona tóxica, a esa situación pasada, a esa circunstancia, por la que recibiste un daño para tu vida. Me parece lógico y normal que tiremos hacia sitios, situaciones y personas que no te hagan daño, porque no hay nada más humano que eso de que el frío modifica la trayectoria de los peces. Porque túes solo hay uno y lo tienes que cuidar como si fuera tuyo.



Deja una respuesta