
Los hombres prehistóricos no tenían televisión. Al anochecer, como tampoco tenían luz, se dedicaban a hablar, a sentarse a la puerta de la cueva, se dedicaban a vigilar. Eso sí, cuando descubrieron que podían hacer fuego las cosas debieron cambiar porque ya disponían de un poco de luz por la noche (el fuego es un imán para nosotros porque lo tenemos en nuestro adn después de miles de años pegados a las hogueras).
No hace falta que enumere la cantidad de cosas que se pueden hacer por la noche sin luz porque supongo que tú, amigo lector, tienes la inteligencia lo suficientemente afilada como para hacerte una relación bien completa. Bien, pues una de las cosas a las que, sin duda, se dedicaban los hombres prehistóricos era a jugar a unir los puntos.
Unir los puntos. ¿Recuerdas, amigo motero, cuando unías los puntos en el colegio o en las páginas traseras del diario que compraban en casa, y descubrías una figura? Pues lo mismo: los prehistóricos jugaban a eso con las estrellas.
Unir los puntos. Vas por la ciudad recién llovida, amigo motero, y te fijas en las farolas, en su luz, y en la fotocopia borrosa que el agua imprime en el suelo, y también juegas a unir los puntos y te salen líneas rectas que acaban allá, al fondo, donde se pierden en un solo punto que parece que nunca vas a alcanzar, un punto pequeño e infinito. Unir los puntos. Da igual que cada farola, cada punto, esté a una profundidad diferente, porque entre todos los puntos forman una figura… figurada, una figura que sale de tu imaginación. Eso mismo hacían los prehistóricos y esa tradición pasó a los históricos, que somos nosotros mismos tan solo desde hace cinco mil años.
Te vas al campo, amigo motero, paras orillado allá donde la vista tenga espacio. Parece que está anocheciendo y el mar -o la montaña- te separan del infierno del ruido y de la luz. Enciendes tu cigarro y miras para arriba y ves las estrellas y ves unas grandes y otras chiquititas y te quedas un rato mirando porque también tienes eso en tu adn -como lo del fuego- y acabas buscando figuras o acabas inventándote figuras, y unes los puntos.
Como la motería es un estado de ánimo que favorece la interioridad gracias a que vas solo y a que llevas la cabeza metida en una caja redonda donde parece que resuena tu entera vida, hay veces que también unes los puntos, y comprendes que esto que te ha pasado, en realidad, lo tienes que unir con aquello otro y con lo de más allá, y parece que le empiezas a encontrar el sentido a ese sinsentido que a veces nos parece nuestra propia vida. Yendo a Benzú me pasa eso, que entre el cielo y la tierra y el mar se unen los puntos con limpieza.
Y eso, ¿cuándo acaba? Pues mira, amigo mío: el otro día vi una estrella que se llama Delta Sagitta que está a 448 años luz. He hecho cálculos y con la moto a 120km/h, si quisiera haber llegado hoy desde allí, desde esa estrella, hasta aquí y ahora, hubiera tenido que salir de allí en pleno mesolítico, hace 13440 años, justo al acabar la glaciación de Würm. Es decir: hay tiempo. Busca tiempo de pensar, busca tiempo para el interior, busca tiempo para unir los puntos.


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