El lugar más hermoso del mundo

Ayer he estado en el sitio más bonito del mundo. Sí, de nuevo he estado en el sitio más bonito del mundo.  Amaneció un día precioso, con una gran visibilidad, con una luz de sol idónea para el paisaje y con una temperatura perfecta para la práctica del motociclismo. Todo comenzó a bordo del Cecilia Paine, que puso morros al infinito a eso de las ocho y media. Cuando llegó al infinito fue la Marifácil quien puso morros hacia el bosque de alcornoques más bonito de la península Ibérica. Entre diecisiete y veinte grados, entre campos de algodón y dehesas de bravo, entre los árboles y las reses discurren las carreteras por las que me he guiado. Unas carreteras realmente sorprendentes por la belleza de los paisajes que atraviesan, pero también son sorprendentes por otra cosa.

La A-405, la C-3331, la CA-503, la A-2201, la CA-5221, la A-389 y, por supuesto, la A-381 tienen en común algo: todas ellas llevan hechas decenas de años, todas ellas son gestionadas por su Ayuntamiento, por la Diputación o por la Junta con dinero público, todas ellas están catalogadas por estos organismos oficiales y todas ellas están en estado se semi abandono. Estas vías están rotas, rajadas, bacheadas, hundidas. Tienen un cartel que avisa del mal estado en el que están. Gracias a Dios, yo soy de los que van despacio. De hecho, he dejado pasar a dos coches en la C-3331 que venían más rápido que yo, entre Jimena de la Frontera y el puerto de Gáliz. Este tramo, que luego llega hasta Algar, está cerrado por montes ariscos llenos de alcornoques en pantalón corto, montes que te hacen subir y bajar en una noria de emociones a las que atenderías mejor si no tuvieses que ir preocupado de no meter la rueda en mal lugar. Tanto ha sido que no se me ha ocurrido mejor solución que poner el modo enduro.

Al poco de entrar en ese túnel del tren de la bruja, agradecí haberme acordado de henchir las ruedas a su presión correcta, que me faltaban tres voltios en cada una de ellas o tres metros cúbicos o tres culombios o tres kilojulios o tres hectopascales, o tres cosas de esas que miden la presión del aire en el interior de los neumáticos. Ahora en serio, si las carreteras que he mencionado tuviesen la atención de quienes manejan esos asuntos, esa ruta, probablemente, se llenaría de gente porque no hay un sitio igual en el planeta. Bastaría con algo de ingeniería y algo de ingenio.

No hay nada, amigo motero, como coger la moto y largarte por ahí a echar la mañana. No hay nada como ponerse a la sombra del Castillo de Castellar y verle el culo a Hércules. No hay nada como ir a ver a Jimena -la de la Frontera- y mirar por debajo de la falda de su castillo. No hay nada como rodar por el puente de las Cañillas. No hay nada como descubrir Arcos de la Frontera. No hay nada como acompañarse de un manillar un poco sobreelevado y de un asiento burbujeante por las sierras del sur. No hay nada como meter la cabeza en la pecera y ver pasar tus pensamientos, tus ideas, tus sueños, tus frustraciones, tus fracasos, tus aspiraciones y tus ilusiones por delante de la visera, y dejarlos pasar y no quedarte con ninguno, que lo que importa es lo que importa, que lo que importa espera en casa, que volver a casa es lo más importante, que cada uno tiene su cadaunada, claro está, y la mía espera en casa, que mi casa también es el lugar más hermoso del mundo y siempre viene conmigo.

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