Y tira palante

El 12 de enero cambié la batería de la Marifácil. El 12 de enero fue el día que cambié esa parte, que la otra ya se había gastado, y ahí se quedó latiendo, sin abrir la boca, tragando mecha, con los dientes apretados. Desde entonces ha llovido mucho, ha llovido por fuera y por dentro, ha llovido agua de vida y agua de muerte.

El tiempo, el exceso de tiempo, te lo puedes tomar como toda una experiencia de paciencia, de contención. El exceso de tiempo, directamente proporcional a la curación, ha querido ir insegureándome, enmiedándome, impacientándome. El tiempo tan bueno para unas cosas resulta ser un desastre para otras. Te curas -te vas curando- y te mueres -te vas muriendo- de ganas de tranquilear, que tranquilear no es que te dejen a sesenta pulsaciones por minuto, que tranquilear no es que te falseen la diástole, que tranquilear es agarrar el manillar de la Marifacil y dar un salto de forçado rumbo a Medina Sidonia o a Carmona o a donde se te ocurra.

Hoy había que hacer las cosas con cabeza, que para hacerlas con el culo ya habrá tiempo. Probar, solo probar. Comprobar, medir las fuerzas, asomarse y confirmarse. He arrancado la moto y ha arrancado a la primera, y yo también. Hemos arrancado los dos, como en paralelo, y esa sincronía que yo temía desaparecida ha aflorado desde el primer momento. La rampa, gira a la izquierda, gira a la derecha, para en la cuesta abajo, gira a la izquierda por la Marina y tira palante, que el suelo mojado no te toque las pelotas, y tira palante que ese se tiene que parar, y tira palante que el suelo de la rotonda que están limpiando con detergente seguro que no patina, y tira palante que ahí puedes acelerar, y tira palante que el borde del presidio te espera. Y tira palante, que te esperan en la carretera, te esperan en la ruta, te esperan en casa, que volver a casa es lo más importante.

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