
Efervesce el miedo y efervesce la desgana, pero lo que hay que hacer hay que hacerlo. Hay que sacar la moto, hay que salir de prisión, hay que congelarse en el estrecho mundo del Estrecho y hay que hacerlo hacia el norte para no perderlo, porque el sur lo tienen preparado para que no vayas. Efervesce el corazón de pura emoción confusa que se debate en la parte mala en la que está el susto, la inseguridad, el agobio y la preocupación.
Pero lo que hay que hacer hay que hacerlo. Todo te dice que tienes que salir, que ya es tiempo. Todo te dice que tienes que pasar por encima del cuidado de la vida y de las pastillas, y salir al mundo, al mundo que no controlas, al mundo que no te da de comer, al mundo… al mundo de antes, y trazo desde Algeciras hasta el antiguo Centro de Instrucción de Marinería de San Fernando, donde presté servicio a comienzos de 1993. Una ruta de treinta y dos años. Y dentro del casco me resuena el número 12026, la brigada Roger de Lauria, el patio de armas, el sollado y unos cuantos nombres propios.
Para llegar a ese pasado he utilizado la N-340. Para el lector que no conozca la zona, diré que la N-340 es una carretera nacional, convencional, que pasa por ser la más larga de España, que tiene su inicio en Puerto Real y finaliza en Barcelona, haciendo un total de 1.248 km. El tramo que he usado fue reasfaltado, supongo, en algún momento… del siglo pasado. Eso sí, pasas junto a lugares tan atractivos como Tarifa, la playa de Bolonia, Zahara de los Atunes, Barbate, Vejer de la Frontera, Conil de la Frontera, Chiclana y la propia San Fernando, que es a donde yo iba. Además, vas dejando a la derecha ganaderías de bravo de renombre. Lo cierto es que no he acabado de entender que esta carretera esté en el estado en el que está. O sí. O no, no lo sé.
Tras saborear lo nada que queda de aquel lugar de hace treinta y dos años me he pirado a Jerez de la Frontera, que es un lugar lleno de historia y de bodegas, de calles empedradas y de gente cruzando espontáneamente. No he encontrado un lugar idóneo para parar un buen rato por lo que tendré que volver a volver y despacharme a gusto.
La carretera de vuelta ha sido la A-381, que presenta las mismas condiciones que la N-340 solo que multiplicadas por dos, lo que pasa es que lo disculpas todo porque vas jareteando el Parque Natural de los Alcornocales y pespunteas a base de baches la hermosura de uno de los lugares más bonitos de la península.
Hasta aquí, el lector podría percibir que ha sido una buena ruta, pero lo cierto es que estos 250 km han sido malos. Han sido malos por el frío, que resulta que la borrasca también rasca por el sur y no solo por el norte. Ha sido mala porque he ido agarrotado todo el tiempo, quizá por haber perdido la costumbre de salir en moto.
Puedes hacer mal una cosa mala, puedes hacer mal una cosa buena, puedes hacer bien una cosa mala y puedes hacer bien una cosa buena. Lo cierto es que ayer hice bien una cosa buena y, aun así, creo que la ruta ha sido mala. ¿Y cuál ha sido el fallo? Pues no lo sé.



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