¿Le has pintado ya?

Que si me ha pintado ya, dice la cardióloga. Que si me ha pintado. Vaya si me ha pintado de amarillo, como si fuera yo una comarcal del tres al cuarto. Todo pintado, todo asustado de haber visto la puerta de salida, la puerta donde pone exit, donde pone game over, donde pone que, para circular, es mejor poner las defensas que la moto no trae de serie, porque ahora tienes que ir con artificios.

Yo tengo un puesto de control, y en ese puesto de control tengo tres pantallas: una es la que monitoriza la cabeza, otra es para el cuerpo y la otra es para el espíritu, y yo me siento en mi sillón de comandante y voy viendo. Voy viendo cómo están las cosas en cada momento y voy dando a la llave para un lado o para el otro, regulando, ordenando el tráfico, haciendo traspasos, quitando y poniendo. Gestionando. Así es como funciono normalmente o, mejor dicho, así es como he ido funcionando hasta ahora, porque ahora, en mi sillón, no estoy yo sentado, que ahora estoy en la pantalla del cuerpo y todo lo veo desde ahí, desde el cuerpo.

El asunto es que ver las cosas desde el cuerpo, solo desde el cuerpo, no te deja ver toda la realidad. Tampoco te deja ver toda la realidad si estás sentado donde el espíritu y tampoco si estás en la cabeza. El único sitio desde el que puedes ver todo en su conjunto es desde mi sillón pero, como digo, ahora no estoy ahí sentado sino que estoy sentado donde el cuerpo, que es quien ha tomado protagonismo en estos días de pintura amarilla.

Desde el cuerpo no se ve todo. Desde el cuerpo se ven las cosas corpóreas pero no se ven otras cosas. La cosa cambia si te pones en la cabeza.

La cabeza es la parte de arriba, la que va dentro del casco, la que produce pensamiento. Es el contenedor del cerebro, que se supone que es la parte lista de todo el conjunto. Ver las cosas sentado en la cabeza te puede dar algunas satisfacciones. Por ejemplo, tener razón es una gran satisfacción. A mí me encanta tener razón siempre. La razón, la lógica, aunque ya no estén de moda, son parte importante de la vida, pero no lo son todo, ni mucho menos. Para un buen motero, la cabeza no es más que una parte necesaria, pero nada más que necesaria, porque hay otra parte que no es la cabeza ni tampoco es el cuerpo que es el espíritu, que es la tercera parte de esta historia de hoy.

Hoy me sale esta historia. No me ha salido antes porque ni la cabeza ni el cuerpo han querido, y ha tenido que ser el espíritu quien asome la gaita por la valla de la vida para empezar a gritar de nuevo que viva la vida, que vivan las motos, que vivan las rutas tontas, que vivan las motos mal hechas, que vivan los problemas de agarre, que viva la reserva del depósito de gasolina, que viva el frío, que viva el calor y que viva la madre que me parió.

Un problema que se soluciona con un stent -un problema que se soluciona con un puñetero muelle- me ha parado la vida desde la madrugada del 13 de enero. Dios quiera que, en nada de tiempo, agarre a la Marifácil y os enseñe lo que es bueno.

Un comentario sobre “¿Le has pintado ya?

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  1. Felicidades José María !

    Desde hace tiempo vengo leyendo tus escritos con satisfacción; será por tu estilo, será por las cositas que compartes con nosotros, o porque como tú tengo una compañera de andanzas que yo llamo «La Prudente» y que es hermanísima de tu «Marifácil».

    Como decía, me resulta muy gratificante leer lo que nos cuentas y creo que en el fondo es porque comparto muchas cosas contigo y después de esta última entrada, aún más y esta es de las importantes; .. me refiero a los «muelles», que en mi caso son dos, desde hace ya siete años.

    Así que tranquilo, que una vez colocados, hacen su función y nos permiten seguir rodando sobre el asfalto, con nuestras queridas compañeras y sobre la vida con nuestras mochilas.

    Un abrazo, compañero.

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