El post de hoy trata sobre cuál ha sido mi experiencia al llevar a La Carabela a su tercera revisión, la de los 16.000 km. He ido, como las otras veces, al servicio oficial Makinostra (Madrid) y estoy contento por ello y, aunque la moto funciona perfectamente, he estado reflexionando sobre este asunto.
Hoy era el día reservado para hacer la tercera revisión a La Carabela. Hoy no tenía trabajo y con tiempo solicité esta fecha que muy amablemente me fue asignada. Llevaba todo el fin de semana sin salir con la moto, calculando llegar lo más justo posible al kilometraje necesario, de tal manera que no se estropeara la garantía. Al entrar en la puerta de Makinostra el cuentakilómetros marcaba 16.001 km. -No hubiera pasado nada, me dice Fernando. En el tiempo de espera he pensado en esa frase. Si la revisión es a los 16.000, ¿qué margen habrá para que la garantía no pierda su efecto? ¿Es una cantidad concreta y exacta de km, o es algo que queda sujeto a la voluntad del servicio oficial? ¿Se hubiera estropeado algo de la moto si, en vez de quedarme en dique seco el fin de semana, hubiera hecho 500 o 600 km, y hubiera llevado la moto con ese exceso?
Eran las nueve de la mañana. Las nueve menos un minuto, para ser exactos. Tengo cierta facilidad para algunos cálculos -aparte de los del riñón, que también- y salí de casa con el tiempo que me suponía que iba a necesitar hasta llegar. Al salir con la moto va y se pone a chispear, cosa que ha hecho hasta Alovera. Yo, que tenía la moto recién limpia, con el suelo brillante al albor de las primeras luces del día, qué fastidio. -Bueno, no pasa nada porque en el taller la van a limpiar, he pensado. Creo que los neumáticos hoy han agarrado muy bien, mejor que otras veces o eso creo. No lo sé. Lo cierto es que ha dejado de lloviznar y me he podido concentrar tranquilamente en buscar mi sitio de hoy en la autovía.
En una de las cuatro ocasiones en las que el tráfico se ha parado me ha adelantado, filtrándose por entre los coches, una Harley-Davidson, no he podido reconocer el modelo por exceso de tuneado. A mí no me gusta ir entre los coches y me quedo en mi sitio, como un vehículo más (el día que yo lleve prisa tomaré el coche y no la moto). En la segunda ocasión en la que el tráfico se ha detenido he visto en el arcén izquierdo, que en ese punto de la carretera se ensancha mucho, a esa moto parada junto a un coche sobre cuyo capó estaban rellenando papeles, supongo que referidos a un parte amistoso.
Cartagena no tiene congestión y rápidamente encaro María de Molina, donde el tráfico no me ha parecido agresivo en esta mañana gris en la que ha tardado en despuntar el sol. Serrano, el puente sobre la Castellana, Dato y, al fondo, en Iglesia, por Santa Engracia hasta García de Paredes. Las nueve menos un minuto, justo cuando han llegado dos personas, una en una Forty-Eight y otra en una scooter cualquiera. Nos hemos saludado y ellos han entrado en el taller, que tenía bajado el cierre todavía. Cinco minutos después lo han levantado y ya.
Me han recibido muy amablemente y han sido muy considerados conmigo, no siendo ésta una frase hecha sino una afirmación consciente. Tanto al entregar como al recoger la moto han sido realmente educados. Una revisión bien hecha por personas amables no se diferencia en nada de una buena revisión hecha por personas impertinentes. La gente puede ser amable porque lo exige el foco de la empresa sobre el cliente o puede ser amable porque es amable, o porque tiene un buen día, o por simpatía hacia el cliente. Yo creo que los que me han atendido son, simplemente, amables. Y la revisión estará tan bien hecha como en cualquier otro sitio en el que hagan buenas revisiones.
Cuando he recogido la moto he hecho unos cien km pasando por algunos de mis lugares mantra hasta llegar a mi casa. Un paseo bien bonito.
Pero hoy, querido lector, no escribo este post para hablar y reflexionar sobre la experiencia de montar en moto sino para reflexionar sobre otra de las dimensiones de la experiencia Harley-Davidson. Recuerdo que, al comprar la Street XG750, me dieron a elegir entre un cheque de 300 euros para comprar en la boutique de Capital o una ampliación de la garantía oficial a 5 años. Aconsejado por mis amigos opté por lo segundo. -Si un día vendes la moto, la podrás vender con la garantía vigente lo que, sin duda, será un plus, me recomendaron. Y creo que el consejo es bueno. Tener la moto en garantía es una garantía, aunque tiene sus puntos negativos, como el hecho de no poder hacer modificaciones. No estoy seguro de si las modificaciones hechas por el propio servicio oficial perjudican la garantía. No lo sé.
Por otra parte, yo sé cambiar el aceite, sé cambiar bujías y sé cambiar filtros de aire, además de dejar la moto reluciente cuando la lavo. Sé hacer unas cuantas cosas y me gusta dedicar mi tiempo a tareas de esa clase. Me gusta trastear con la moto pero, al estar en garantía, no puedo hacerlas. No poder hacer estas cosas es algo que roza un pelín el escueto mundo de frustraciones del que soy propietario y me encantaría poder hacerlas. El trabajo manual, la satisfacción de hacer la moto más tuya, saber exactamente cómo has apretado tal pieza, conocer cómo hay que hacer para sacar tal o cual parte… Y estoy renunciando a todo esto.
Hoy me han cambiado el OIL FILTER POR UN IMPORTE DE 10,25. También el HOUSING PLATE, AIR FILTER, por 33,45. Han cambiado las dos SPARK PLUG M10 por 10,18. Han puesto 3,5 litros de H-D 360 20W50 55-GAL GRUM INTE por 33,85. Han usado PEQUEÑO MATERIAL por 8 euros, GESTIÓN DE RESIDUOS por 4 y PRODUCTOS DE LIMPIEZA Y DETERGENTE por otros 4. A esto hay que sumar MANO DE OBRA OFICIAL por 120 euros. Yo hubiera hecho todo eso en la bonita mañana que se ha quedado tras los primeros nubarrones. Pero la moto está en garantía y no puedo hacerlo porque la perdería.
La reflexión de hoy trata sobre esto, sobre la protección que Harley-Davidson ofrece sobre sus productos a costa de no tocar nada. Se ve que la customización de las motos ha de ser a partir del segundo año o a partir del quinto, según dónde la compres. Es decir, mi moto ha de estar pegada a un servicio oficial hasta dentro de cuatro años y poco pico. Cierto es que me siento tranquilo así, de la misma forma y en la misma medida que si la hubiera revisado yo mismo o con algunos de mis amigos con unas cervezas de por medio.
En este post he dicho muchas cosas y no he dicho muchas otras, como habrá podido observar el lector. Estoy encantado con mi Harley-Davidson, que se está portando como un hombrecito, que tiene una fiabilidad para mí desconocida, y que me está aportando experiencias únicas en este momento de mi vida. Me encanta.
Entrevista a Víctor Romero, propietario de Makinostra, publicada en Forbes People.
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