Un lugar sobrecogedor

img_7278Hoy que podía, he salido a probar La Carabela tras la revisión de ayer. Ayer, pensando, se me puso la idea de ir a Majaelrayo (Majada del Rayo que cayó en el siglo XV por aquellos pagos). Así que a las nueve ha estaba en la calle, todo enmotado. Me gusta salir pronto y volver pronto y normalmente me pierdo las horas de mejor temperatura. Pero los del tiempo daban para hoy una horquilla soleada desde las 10 hasta las 13 horas, cosa que ha resultado ser cierta solo a la vuelta, y no en el destino, para el que daban lluvia desde las 12. Desde luego aquello tenía toda la pinta de ir a llover tarde o temprano.

No conocía Majaelrayo. No había pasado nunca de Tamajón y su ciudad encantada y su Ermita de Los Enebrales. En Tamajón es donde se junta la roca caliza que moldea esta singular formación similar a la conquense -no por su tamaño y espectacularidad, claro está- y la pizarra que anuncia los pueblos negros. La Ermita de Nuestra Señora de los Enebrales, tardíamente románica y tardíamente renacentista, contempla desde el siglo XVI a esta población que se ha mermado tajantemente en los últimos años. Es una bonita construcción rodeada por sabinas y enebros (me ha parecido ver alguno). El pueblo y la ermita están muy cerca del Pico Ocejón, montaña de pizarra que se sitúa al sur de la sierra de Ayllón. La coplilla popular, dedicada a la Virgen, acaba sus versos de esta manera:

“Tu cancela siempre abierta,
y abierto, tu corazón;
ayuda pido en tu puerta,
¡pues es duro el Ocejón!”

Es duro el Ocejón, y debió ser dura la vida de aquellos pobladores.

Hasta esta localidad el viaje ha sido muy bueno. He ido tranquileando, oliendo las curvas y contando las encinas. Entre Tamajón y Majaelrayo no hay ni veinte kilómetros. Ha sido un tramo realmente especial. Me he quedado de piedra -de pizarra- intentando llegar a un pueblo que no acababa de aparecer. Inmerso en un inmenso mar verde oscuro, con un cielo que se aplomizaba por minutos. Me he sentido solo. No me han consolado ni El Espinar ni Campillo de Ranas ni Campillejo. Solo con la moto. Qué bien sonaba hoy la Harley-Davidson en aquellos lugares! Creo que está terminando de aprender a sonar. No crea el lector que mi máquina hace lo que las auténticas Harley-Davidson. Les recuerdo que es una moto moderna, de inyección, una máquina inventada para el siglo XXI.

Lo cierto es que me ha gustado experimentar esa soledad. A veces busco estar solo mientras voy tirando a la cuneta algunas cosas y me voy limpiando por dentro. Creo que me sienta bien hacer limpieza.

Majaelrayo es un lugar sobrecogedor. Una población que es muestra de la hombría y hembría humana que hace frente a lo que les tocó vivir en un lugar así. Es difícil encontrar palabras para describir con precisión lo que he visto hoy. Cuántas personas han nacido y vivido en este pueblo a lo largo de los siglos, cuántas penurias han pasado, cuánto frío han tenido, cuánta soledad y aislamiento han experimentado bajo la nieve en esas casas planas y aplastadas como tiendas de campaña que no se atreven a despuntar más alto por si el viento se las lleva. Junto a hermosísimos lugares viven, como guardianes de un tesoro que el Creador escondió para los valientes.

PD: Finalizando esta pequeña crónica he recibido una llamada telefónica. Era Quique, de Makinostra, el servicio oficial donde ayer pasé la revisión de la Street XG750. Ha tenido la amabilidad de llamarme para aclararme alguna duda sobre la revisión y la garantía de la moto. Haber recibido una llamada así pone a las personas y a las organizaciones en su sitio. Gracias, Quique.

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