
Ayer mismo me llegué hasta Collado Villalba. La previsión meteorológica era muy amable y no tenía pensado protegerme demasiado. Pero como voy aprendiendo, decidí ponerme el forro polar bajo el cuero. Los guantes no, los guantes fueron los de verano en lugar de los amorosos guantes de piel (no sé si son de vaca, de cabra o de entrepierna de camella). Total, que me puse el forro y listo. El casco lo puse en modo integral.
Al poco de salir de casa empecé a ver que la amabilidad meteorológica no era más que una quimera. Menudo frío que hacía en Torrelaguna a las nueve y cuarto. Uf!
En estos tiempos de cambio de estación es frecuente que la temperatura presente, a lo largo del día, una enorme amplitud que, en el caso de ayer, llegó casi a los veinte grados centígrados. Este hecho me lleva a una reflexión lógica: ¿Cómo afrontar las diferencias de temperatura? ¿Hay una manera polivalente de disfrazarse de motero y estar a gusto en cada momento? ¿Hay que ir parando por el camino para ir poniéndose o quitándose capas?
El viaje de regreso fue después de comer. Las veintiuna rotondas no consiguieron que se me pasara el sueñecito que me estaba empezando a sobrepasar, así que, de nuevo, me puse a cantar. En este caso le tocó a Los Rodríguez. Empezó a sonar el disco Sin documentos y me puse a berrear como un animalito. Ya tengo comprobado que al sueño se le vence gritando. La canción dice así:
Déjame atravesar el viento sin documentos, que lo haré por el tiempo que tuvimos porque no queda salida, porque pareces dormida, porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida. Quiero ser el único que te muerda la boca. Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.
Déjame que te cierre esta noche los ojos y mañana vendré con un cigarro a la cama. Porque no tengo más intenciones que seguir bebiendo de esta copa que no está tan rota. Quiero ser el único que te muerda la boca. Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.
Porque sí, porque en esta vida no quiero pasar más de un día entero sin ti. Porque sí, porque mientras espero por ti, me muero, y no quiero seguir así.
Déjame atravesar el viento sin documentos, que lo haré por el tiempo que tuvimos porque no queda salida, porque pareces dormida, porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida. Quiero ser el único que te muerda la boca. Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.
Porque sí, porque en esta vida no quiero pasar más de un día entero sin ti. Porque sí, porque mientras espero por ti, me muero, y no quiero seguir así.
Pasear en la moto para ir a trabajar es cuestión de tiempo. Es cuestión de gusto personal. Es cuestión de estética. Tranquilear un viernes puede llegar a ser lo mismo que tranquilear un sábado. Ir por la carretera buscando tu sitio, ir por la vida sabiendo lo que quieres y lo que tienes que hacer. Ir dentro del casco con la cabeza en su sitio. Ir con los pies plantados en donde hay que llevarlos plantados. Ir con los pantalones puestos. Ir con suficiente confianza personal. Ir al vuelo de los pájaros que se entretienen viendo pasar los coches. Ir consciente. Viajar en moto es muy peligroso. Es una actividad, una necesidad, una afición muy peligrosa. Es una situación en la que lo tienes todo que perder. Pero tranquilear en moto también es una situación en la que lo tienes todo que ganar.

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