Comer entre horas

IMG_1963Cierto es que siempre he tenido la costumbre de comer entre horas. Esta costumbre no ha de considerarse, querido lector, como un vicio sino como una virtud. Los vicios son esas cosas que hacemos repetitivamente y que nos pueden causar daño. Por ello, lo de comer entre horas ha de ser considerado como una costumbre virtuosa. Pongámonos en situación: es por la tarde, ya has llegado a casa, te despojas del curro bien despojado, te ocupas de esas urgencias e importancias que siempre hay en casa y, cuando has finalizado toda esa tarea, por fin te quedas solo y te sientas. Y es en el momento de sentarte, justo en ese momento, cuando se te pasa por la cabeza la imagen de ese bol que hay en la nevera que conserva la mitad del alioli del otro día. De forma natural, sin complejos -insisto-, con paso firme, te vas a la cocina, agarras un pellizco de pan, abres el frigorífico y haces lo que tienes que hacer. Pasado un rato es posible que vuelva a ocurrir lo mismo, y así. Comer entre horas es una gran costumbre.

Pues bien, he descubierto que con la moto me pasa lo mismo, y es que me dedico a pasear entre horas. El sábado, el domingo, un día perdido de fiesta… sí, es lo suyo, es el momento, igual que la hora de comer o la de cenar son el momento de comer en serio pero, como ya he dicho, comer entre horas es una preciosa costumbre como lo es, en este caso, pasear en moto entre horas, a destiempo, cuando no toca. Llegas a casa, te despojas del curro bien despojado, te ocupas de esas urgencias e importancias que siempre hay en casa y, cuando has finalizado toda esa tarea, por fin te quedas solo y te sientas. Y es en el momento de sentarte, justo en ese momento, cuando se te pasa por la cabeza la imagen de ese sol que hay ahí afuera y te acuerdas de Valfermoso de Tajuña y de aquella maldita carretera GU-921 que estaba deshecha. Entonces vas a la entrada, abres el armario de los abrigos, ves -hueles- la chupa de cuero y te largas de paseo. No es más que una hora y media, o dos, pero te vas.

Eso es lo que ha ocurrido hoy. Me he largado a Valfermoso, pasando por Lupiana, buscando aquella maldita y preciosa carretera. Me ha sorprendido ver que la han arreglado y la han dejado perfecta. Motero, amigo lector, no puedes seguir tu rumbo si no has hecho esos diez kilómetros de puro gozo. Supongo que cuando lo descubran las erres o las motos de colores, y cuando descubran que empalma con la carretera de las mil curvas que sube hasta Valfermoso, entonces, digo, alguien tendrá que plantearse poner otro bar en aquel pueblo.

Ha sido un rato de nada de puro gozo. Nadie en la carretera. De esas veces que se te llena la boca de la moto y vas a manillar extendido, chuleándote de todo, alardeando de trazada, tomando curvas como si no hubieras hecho otra cosa en tu vida, pensando que para qué cojones han puesto un freno a la Harley. Amigo motero, ¿te suena esta sensación?

 

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La carretera de las mil curvas
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Carretera GU-921
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La Cabezota
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Panorámica desde Valfermoso de Tajuña sobre el valle
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