Un amigo y yo hemos hecho una ruta hace unos días. Esa ruta se desarrollaba, según íbamos pasando, desde la Comunidad de Castilla-La Mancha hasta el pueblo portugués de Bragança, pasando por las provincias de Guadalajara, Madrid, Ávila, Salamanca y Zamora. Hemos procurado pisar las autovías lo menos posible porque lo que nos gusta no se ve desde ellas, ni lo que se percibe en ellas. Nos gustan más las carreteras nacionales, secundarias, autonómicas y locales, que es donde está la vida interesante. Naturalmente, la ruta ha sido en motocicleta. Darío tiene una Suzuki Marauder GZ250 y yo tengo una Harley-Davidson Street XG750.
Lo que voy a contar vale para ambas monturas, para ambas motos, porque las motos, para nosotros, son libertad. Forman parte de nuestra libertad. Para cualquier motero, su moto es su casa, es su sitio, es su forma de expresarse, de ser, de sentir y de actuar. Con una moto un motero es capaz de hacer doscientos kilómetros para tomarse un café. Con una moto, un motero recorre trescientos kilómetros para asomarse a un balcón desconocido, y volverse sin más. -¿Dónde has estado hoy? -Por ahí. Y ya está. No hay que pedirle muchas explicaciones al motero que regresa porque, en realidad, no hay muchas explicaciones que dar. -Por ahí.
En la ruta que he mencionado, y pasada Salamanca, encaramos la Vía de la Plata (N-630) hacia el norte, hacia Zamora, dejando atrás la unamunesca ciudad. A veintitantos kilómetros nos topamos con Topas, con la cárcel de Topas. En ese momento lo pensé y me guardé el recuerdo que hoy traigo a este post porque quería masticarlo un poco más. Montado en una Harley-Davidson… y pasando por la puerta de una prisión. Una Harley de las pequeñas, de la reciente familia Street que ya suma tres hermanas, de la controvertida familia, de las seis que componen la Marca, esa que no es una Harley de toda la vida, esa que tiene plástico y que no suena como Dios manda… bien, pues montado en una Harley, a la puerta de una prisión. Un icono de la libertad y un centro penitenciario que debe tener como mil celdas. ¿Cuánta gente habrá ahí dentro? ¿Qué ha pasado para que estén encerrados? ¿Seguro que tienen que estar ahí? ¿Todos? ¿Nadie se ha equivocado?
Yo nunca he estado en una prisión. No sé nada de prisiones salvo lo que cuentan las películas. No tengo ni idea de los motivos por los que una persona puede acabar en un lugar así. No sé qué cosas tan sumamente graves ha podido hacer alguien como para que le encierren y le quiten, temporalmente, su libertad. ¿Cualquiera podemos acabar ahí dentro? Supongo que cualquiera que se salte la Ley de forma grave puede.
Una Harley-Davidson a la puerta de una prisión. Un contrasentido, una paradoja. La libertad frente a la condena.
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