Tras unos días de ausencia por motivos laborales -por motivos pasionales, mejor dicho- por fin llegué anoche a casa. Y llegué con el pensamiento de acudir al Pen Show Madrid, que finaliza hoy mismo. Mi idea era ir esta mañana en la moto. Así que tras cumplir con mis costumbres domingueras me he enmotado de arriba a abajo y me he marchado a Madrid. Me he marchado enfadado porque algún malnacido estúpido ha estado rebuscando en las alforjas de la Cabezota, cosa que no me ha gustado nada.
El día estaba frío y bonito. Frío y plácido. Un enorme sol y un enorme cielo azul. Y yo por la carretera a noventa. He aprendido que cuando hace frío es mejor ir más despacio. Un bonito viaje con poco tráfico hasta el hotel sede de la muestra. He aparcado a la puerta, junto a una moto cualquiera.
Habíamos medioquedado Fendetestas, Proclive, Darix y yo. Una de esas veces que quedas pero no quedas pero sí quedas. Nos hemos encontrado también con Carlos, gran persona. He comprado dos cosas, una pluma MarteModena Freedom y un cuaderno precioso con cubierta de cuero.
A la vuelta, tras tomarnos alguna cosa en el bar de enfrente, he pensado en averiguar qué tienen en común las motos y las plumas. Resulta que nos gustan las estilográficas y compartimos la afición de ir por ahí, tranquileando con la moto. Curiosa coincidencia. Pero algo tienen que tener en común dos artefactos tan diferentes. Y creo que lo he descubierto: la emoción.
Las motos son un medio de transporte. Sirven para ir de un sitio a otro de una manera diferente a otra cosa (coche, metro, autobús). Ir en moto despierta algunas emociones que no surgen de otra manera. Creo que ya escribí sobre esto. La emoción. La emoción de la moto y la emoción de la Harley-Davidson.
Las plumas estilográficas son un instrumento de escritura. Son un medio antiguo, que puede ser engorroso, en el que hay que tener más cuidado que con un bolígrafo o un lapicero. Requiere cierto mantenimiento, hay que recargarla, se puede cambiar el color de la tinta y no se puede dejar en cualquier lado. Como las motos.
Hay plumas de todas las nacionalidades, pero tengo para mí que, en realidad, solo hay dos tipos de estilográficas: las italianas y las americanas, es decir, las que emocionan y las que no emocionan. Llamo italianas a todas aquellas plumas que simplemente son preciosas y llamo americanas a todas aquellas plumas que sin ser un dechado de belleza son muy buenas por su factura o por su durabilidad. Como las motos.
Creo que la pluma italiana que he comprado hoy contiene esa emoción. Es posible que haya millones de usuarios a los que esa pluma no les llame la atención pero yo, en cuanto he entrado en la sala de la expo y la he visto me he dicho: esta es! Proclive, juicioso, ha dicho: -déjalo para luego, que hayas visto más. Pero no le he hecho caso porque yo quería esa.
A las estilográficas, en mi opinión, les pasa lo que a las motos. Ambos artilugios despiertan emociones de esas que no se pueden describir ni con palabras ni con imágenes. En opinión de muchos, vista una moto, vistas todas. Y lo mismo con las plumas: vista una… Pero para mí esto no es así.
La emoción por encima de la realidad. La emoción por encima de la calidad, o de la razón del precio, o de la necesidad real. La emoción del domingo por la mañana. La emoción de ver a los amigos. ¿La emoción en el mundo de la posverdad?
Te han faltado las estilográficas alemanas, que son casi todas las mías. Serias y rígidas en su diseño, de una belleza formal y sin excesos, y de funcionamiento intachable.
También están las japonesas, que son un quiero pero no puedo copiar el diseño de las alemanas. Y a pesar de ello funcionan mejor que ninguna otra y a una fracción del precio de las alemanas, italianas o americanas. Pero no terminan de emocionar. Ni siquiera las originalísimas maki-e.
La conclusión es que en cada uno de los estilos hay un buen puñado de ellas que me gustan. Como las motos.
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