La crisis del mundo es la crisis del amor

Porque no encontrarás a nadie que te diga que crea en eso de que no hay amor más grande que el del que da la vida por sus amigos. Porque no encontrarás a nadie que quiera dar su vida por nada ni por nadie porque su propia vida es lo más importante. Porque querer a alguien ya no se entiende como un acto de voluntad porque hemos pasado de ser seres enamorados a ser seres que están enamorados, y de ser seres que están enamorados hemos pasado a, simplemente, estar por alguien.

Porque esto de ahora es la crisis del ser, del estar y del  parecer. Es la crisis de haber llegado al final de un tránsito que empezó siendo, siguió estando y acabó pareciendo. Es la crisis del verbo copulativo, que nos dijeron que los tres eran lo mismo y ha resultado que no, que no es lo mismo ser que estar que parecer. Porque en origen, los humanos somos seres enamorados. Después hemos pasado a ser seres que están enamorados y hemos terminado siendo seres que parecemos enamorados.

Porque mis padres se daban la vida el uno al otro. Los padres de mi generación morían el uno por el otro cada día sin rechistar, sin dejarse sitios escondidos, vaciándose los bolsillos del alma por la persona amada. Porque las personas de mi generación solo están enamorados. Porque quieren mucho a su elegido pero mira, que tengo sueño y necesito descansar; y por cierto, mañana volveré tarde. Porque nuestros hijos están por alguien -están por alguien ahora-. Están por uno con el que no comparten cuenta corriente y el alquiler lo pagan a medias. El coche es mío y los muebles son tuyos porque hacemos las cosas de tal manera que, cuando llegue el momento, no tengamos más jaleos de los necesarios.

La crisis no es lo de Ucrania ni lo de la luz ni lo del gas ni el enfrentamiento político ni la economía que sí, que son la crisis, pero la crisis de verdad no es esa. La crisis del mundo es la crisis del amor. La crisis de verdad es que ya no nos queremos.

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con las motos? Pues tiene mucho que ver con las motos, amigo lector. Tiene que ver que los moteros también somos personas que vamos juntos, que nos encontramos, que nos cruzamos por la carretera. Que no nos saludamos, que no nos paramos, que mantenemos mucha distancia, que casi nadie se acuerda de lo que significa lo del casco en el arcén, que quedamos y no acudimos, que vamos prefiriendo que nadie nos lleve la contraria, que a la hermandad motera se le ha abierto una vía de individualidad que se percibe cada día más.

Después de todo esto solo me queda una cosa, solo me queda hacer una pregunta: los moteros, ¿nos queremos?

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