Casi todo es relativo

Pasear en moto y no llegar a ninguna parte es como vivir consciente de las cosas. Cuando coges la moto, que está fría, que la mañana también está fría, que miras en el telefonino los ciento noventa y seis kilómetros, que piensas que para qué, que en casa se está mejor porque no hemos bajado el termostato porque no nos da la gana, que ya veremos cómo sale el granero europeo de ésta, que para guerras ya tenemos el siglo veinte, cuando coges la moto, digo, se ensancha el cuerpo y el corazón bombea sangre a diestro y siniestro con su sístole y su diástole que va a contagiar al moderno Loncín.

Que el fresco de hoy no hace tanto fresco como otros días que el fresco era puro frío, que digo yo que será por lo de la lluvia que ha caído esta noche que ha dejado las carreteras perfectas para mi modo rain que se pone tocando un botón y ya está.

Que la M-130 es la carretera más bonita de Madrid no lo vamos a dudar a estas alturas de la vida, que para rankings de hermosura no está la tarde, que para comparaciones entre Madrid y Guadalajara no abrimos hasta las once, que no hay nada más triste que tener que hacer competir dos hermosuras por el premio a la verdad.

Que la pizarra enverdecida por musgos y líquenes que llevan miles de años enseñando sus puñales sabe más de la vida que las dos manadas geseras a las que he dejado pasar, que yo no quería correr tanto, que quería parar en el balcón de la mierda de vaca, que es el sitio más puro que he visto en lo que va de semana.

Que en el puerto de La Puebla se estaba fenomenalmente bien a cinco grados, que la conversación de esos dos africatwineros estaba llena de respeto y de verdad, que la bajada por la cara norte estaba toda empapada, que ese rato ha sido como para guardarlo en una vitrina.

Que qué bien se está cuanto tu vida te permite contemplar las cosas desde lo lejos, desde lo perdido, desde ese lugar al que nunca irías con nadie. Que qué privilegio el del gozador del sonido de la moto cuando haces así en tercera y te disparas entre dos curvas recién casadas.

Cuando vuelves con la moto, que está caliente, que la tarde atempera, que miras en el telefonino el guasap, que no dudas del para qué, piensas que en casa se está mejor porque no hemos bajado el termostato, que no queremos, que ya veremos cómo sale el granero europeo de ésta, que para guerras ya tenemos el siglo veinte, que cuando vuelves con la moto, digo, se ensancha el alma y el alma también bombea a diestro y siniestro, con su sístole y su diástole -si es que lo tiene- y agradeces a Dios el descanso, que cuando sueltas lastre, amigo lector, descansas.

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