De la épica a la hípica

Se me ha ido la mano. Se me ha ido la mano porque, pese a que la ruta inicial era mucho más corta, he decidido randomear a dos carrillos. Y así ha pasado, que me he empachado y me ha sentado mal porque esta ruta tenía demasiada sal para mí: la sal del viento racheado asesino con el que no contaba.

A las ocho y media salía el barco y a las nueve y media salía yo del barco, y la carretera hacia Casas Viejas ha sido toda mía. Lo cierto es que Benalup, que ese pueblo tiene dos nombres, no me ha gustado. Me ha dejado un sabor y un olor rancio de odio y de sangre. No he podido evitar no percibirlo, así que me he ido de la misma manera que he llegado. Vaya esto por parte de una persona que no está dispuesta a que nos volvamos a hacer daño unos a otros, aunque creamos tener razón y la tengamos.

Saliendo de Benalup-CasasViejas se me ha puesto ir a Ubrique. No sé si había un cartel, no me acuerdo, pero se me ha cruzado la idea de cruzar el Parque Natural de los Alcornocales. Había que pasar por Alcalá de los Gazules y su castillo, pero como iba enfurruñado con la vida no he hecho ninguna foto. Y mientras me enfurruñaba ha empezado a soplar el viento. Ha empezado a soplar mal, mucho y mal, racheado y mal, y mucho, y ha estado así hasta que he vuelto a Algeciras. Yo no sé si es que esta zona es de mucho soplar vientos enfurruñados o es que hoy era el día internacional del viento racheado. 

Lo cierto es que toda la épica del viaje, la épica del barco y del mar negro que el sol tiñe de rosa en su rielar mañanero, la épica de subir y bajar una rampa asesinamente húmeda, la épica de lo desconocido, la épica, digo, del viaje, se ha transformado en la hípica del viaje. Porque desde ese momento he tenido que coger a la Marifácil por los cuernos y no he podido soltarlos hasta llegar a Ubrique y parar. Miento, sí que he parado. He parado en el Aula de la naturaleza El Picacho y he conseguido hacer tres fotos… sin bajarme de la moto porque me parecía que iba a salir volando.

El paisaje es muy brutal. Alcornoques y más alcornoques, unos cortezados y otros descortezados, en un relieve de bruscos altibajos y de curvas horrorosas. Curvas horrorosas hechas a mala leche, asfaltadas con muy mala índole con el asfalto más barato que encontraron, que el dinero se iba para otras cosas, digo yo. Y las rachas sacudiendo sin piedad y sin orden alguno. Tanto ha sido así que cuando, finalmente, he podido bajar de la moto en Ubrique, he tardado un rato en dejar de parecerme a los Clics de Famobil. Un horror.

Ubrique sí que me ha gustado, y mucho, aunque lo he pisado poco porque se me ha ocurrido mirar la hora y hacer cuentas. Resulta que me daba tiempo para volver a mi barco… pero regresando por la misma carretera. Y hasta ahí podíamos llegar. De eso nada. Yo no estaba dispuesto a volver a pasar por lo mismo y tampoco iba a romper el juramento de no volver jamás a este Parque que había hecho media hora antes, así que me he liado la manta a la cabeza -me la he quitado enseguida porque no veía nada- y he dado un enorme rodeo por Arcos de la Frontera y Medina-Sidonia. Resulta que el horroroso viento racheado se ha venido conmigo y ha hecho que, al menos, en tres ocasiones, me haya parecido despegar la rueda delantera del asfalto a cien kilómetros por hora. Un espanto.

Ha sido un día para el recuerdo, para no olvidar. Ha sido un día para traducir la épica a la hípica, el descanso por el esfuerzo, la tranquilidad por la incertidumbre, la calma por la prisa. En fin, un día contra pronóstico, contra costumbre, contra mi plácido tranquilear. Menos mal que hoy me protegía “todos los Santos”, que es quien ha conseguido que yo sea capaz de traducir la épica en hípica.

Deja un comentario

Un sitio web WordPress.com.

Subir ↑