El camino a la perfección

La perfección es algo que me gusta cuando la veo. Veo un cuadro de Vermeer, oigo algo de Béla Bartók, leo algo de Miguel Delibes o paseo con mi mujer y lo veo todo perfecto. La Real Academia dice que perfecto es aquello tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea, o algo que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto. Entonces, si algo es perfecto cuando tiene el grado máximo de algo, diré, querido motero, que hoy he asistido al amanecer perfecto. 

Hoy he ayudado con mi presencia a un amanecer sin defectos, lleno de cualidad, de excelencia y, sobre todo, de bondad, porque hay que ser muy generoso para fabricar cosas así todos los días, aunque sea a una hora mala. El amanecer te lo tienes que encontrar, porque hay días que el amanecer sale como sale y te vuelves a casa con la moto pensando en que no te lo has merecido.

Un amanecer perfecto en una moto… en una moto… ¿en una moto perfecta? Con una conducción… ¿perfecta? Tras hinchar, tras henchir las ruedas ¿perfectamente? Ah, querido lector. Lo de hoy viene por lo de las cosas perfectas. Es que el paseo de hoy ha consistido en dar la vuelta a la manzana de la Perla del Mediterráneo y, viendo el amanecer, he caído en la cuenta de que yo no sé hacer las cosas tan bien como el encargado de los amaneceres. 

Desde luego, la Marifácil es una buena moto. Vale su dinero, tiene su marca, las calidades salen por todas partes, sabe hacer un montón de cosas y, aun así, sería difícil encontrar a alguien que dijese que la GS750F es la moto perfecta. Es posible que encontremos quien diga que es perfecta “para mí”, usando el viejo truco de relativizar las cosas para que todas las opiniones quepan y nadie se sienta discriminado. Es posible.

Es posible que encontremos a un motero que conduzca a la perfección. Acelera, frena, tumba la moto, usa los modos de conducción, nunca se cae, sabe del on y sabe del off de las roads, va bien vestido y va todo protegido, así que es el motero perfecto. Es posible.

Llegando al mirador de arriba, trastabillado por esas ramitas que han caído por culpa de la borrasca, entretenido en castigar al ABS, pensaba yo que, de perfecto, nada. El amanecer perfecto, la hora perfecta, la moto perfecta, la perfecta protección… y yo. Y entonces he pensado que yo no participo de esa perfección. No participo de esa perfección… todavía. Y he pensado que el camino a la perfección es el de los errores bien corregidos. Por eso, creo que lo importante -además de volver a casa- es corregir los errores. Hacemos las cosas mal, o un poco mejor, pero rara vez hacemos algo perfectamente, y la siguiente vez lo quieres hacer mejor y a lo mejor lo consigues, o no, o sí, o casi, y en otra ocasión lo vuelves a intentar, pero intentar de intentar, y tampoco, o sí. No sé. 

Pues yo creo que ese es mi camino, el camino de los errores corregidos: conducir un poco mejor, poner más atención en los cruces, vigilar mejor la presión de las ruedas, limpiar la moto a conciencia, agradecer más lo que tengo, aprender maniobrar… Hay un sinfín de cosas por mejorar para llegar a ser perfecto. Lo cojonudo es que sé perfectamente que no voy a llegar a ser perfecto en mi vida, pero tengo claro que quiero hollar ese camino a la perfección, que es el de los errores bien corregidos.

Deja un comentario

Un sitio web WordPress.com.

Subir ↑