A los pies de san Fulcito

He vuelto a Valfermoso de Tajuña, he vuelto a Valfermoso de las Sogas, que así lo llamaban antes, y en eso he pensado, en antes. No me ha importado mucho que el veranillo de San Miguel no empezara hasta la una y comerme los nueve grados que adornaban algún acontecimiento taurino o caballístico en Lupiana. Me he puesto morros a la GU-921 y me ha importado poco ir con guantes de verano y con la santa chupa de Santos que abriga lo justito porque no tengo forro interior. A ritmo desigual con la BMW, a ritmo desigual de la temperatura que subía y bajaba al ritmo de norte y sur por las faldas del Ungría y del Tajuña, que son hijo y padre.

Rodar con frío me gusta más que rodar con calor, lo que pasa es que hay que medir las cosas y salir abrigado para la ocasión y llevar las cosas a un punto razonable que te permita estar lejos de los límites de la 750GS y de los míos propios, claro. Las cosas funcionan bien cuando no te pasas ni por abajo ni por arriba. Hay una franja ancha y estupenda en la que te puedes mover sin que la razón sucumba al peligro. Lo digo porque las tres motos de colores que bajaban por la carretera de las mil curvas se han encontrado en el punto menos conveniente con el coche que subía a toda velocidad, claro, por el carril contrario. En ese momento las motos han entrado en razón y el de la lata ha entrado en su carril. Yo ya estaba en lo más alto de arriba, sentado al sol, con los pies en la barandilla. Por eso he visto el episodio.

Y como hoy voy de antes y todo se me relaciona y todo me recuerda y todo me sirve, y como siempre tengo todo a la vista en mi escritorio, y como siempre tengo todo al alcance de la mano y del recuerdo, hoy, a los pies de san Fulcito, he vuelto a antes. Porque hacía mucho tiempo que no volvía a este balcón de la vega. Me he sentado un buen rato a pensar, a repensar, a cordar y a recordar, y no me ha gustado todo lo que he visto. Sí, he visto un montón de cosas estupendas, duraderas, positivas, sanas, cosas para siempre y cosas elevadas, cosas profundas y cosas realmente hermosas, pero también he visto errores, fallos, desaciertos, tonterías, estupideces y meteduras de pata a cascoporro, que se dice.

Volver a un sitio, coger la moto y regresar al lugar de las cosas es como recordar la vida. Es un buen momento para iniciar los arrepentimientos y los perdones-, que ya rematarás. Es una ocasión para consolidar lo bueno y para despreciar lo malo, para querer y no querer, no vaya a ser que te toque a ti, en la curva más comprometida, lo que les ha tocado a las tres motos de colores, y te venga un todoterreno que te destroce la vida.

Amigo motero, si de la vida no te sale más jugo, cambia de vida. Cambia de moto. Cambia de ruta. Cambia de compañía. Y cuando te pierdas y acabes en Valfermoso del Tajuña, en Valfermoso de las Sogas, te sentarás un buen rato con los pies en la barandilla a pensar, a repensar, a cordar y a recordar, y a iniciar los arrepentimientos y los perdones a los pies de san Fulcito.

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Un comentario sobre “A los pies de san Fulcito

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  1. Pues en Valfermoso estuvimos el día de la Hispanidad, con sus 86 curvas y tus indicaciones para llegar aunque, casualidades de la vida, al proponer está rutilla a un amigo de Guadalajara resultó ser de padre y abuelo nacido allí. Es más, incluso me pareció ver una moto blanca parada en una de las últimas curvas antes de llegar a la incorporación. Saludos, me gusta tu blog.

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